VIEJA MARGARITA
¡Oh vieja, mi querida Margarita,
tierra bendita, sagrada Virgen,
isla soñada, nido de ilusiones,
encantos y radiantes playas!
en su honor y amor eterno
nombre de nuestra única flor,
expresión bíblica del Apocalipsis
espejo de bellas perlas.
De niño maravillosas estampas,
hoy te miro ¡ oh recuerdos,
emociones revivientes!
Nacido en aquella Caracas
de pintorescos techos rojos
a tan sólo sesenta días
navegao en canoa grande
llegué a la Ínsula mayor.
II
Cómo olvidar mi pensamiento
los primeros años de crianza
disfrutados con mis padres
adorados, la querida abuela
María y con Domingo Miguel,
el mayor de los hermanos
en aquella casa de Porlamar,
pueblo de la mar en el mar
diagonal a la Plaza Bolívar
y con la Majestuosa Iglesia
frente a la Bomba
de los Reyes,
al lado, de vecinos, los queridos
hermanos Herrera –Espinal
en la calle Igualdad,
tránsito de pocos carros,
después por muchos años
la Botica Virgen del Valle.
III
Casona larga de un solo plantal,
de estrangulado y estrecho zaguán,
portales reposando de noche
con boca abierta sin cerraduras,
recinto apertrechado de señoriales
ventanales adentrados en su cofre
con patio interno en su jardín,
aromas de flores, trinitarias,
no pudiendo faltar el mamey
con el florido cotoperí dulce
tan apetecible como el mamón.
IV
En el sencillo hogar no faltó
agua fresca en el viejo
tinajero de barro, sabor a vida,
olor a pueblo con tradición.
De las vivencias infantiles
nunca entendí el vuelo final
a temprana corta edad
de un angelillo inocente
con alas rosadas cristalinas,
nuestro Ángel de la Guarda.
V
Cómo olvidar la canción
de María,la abuela materna,
que en una Semana Santa,
un nueve de abril del siglo XX
en la década del cuarenta,
Domingo de Resurrección,
en vapor desde la Capital
llegara sola a Porlamar
cantándole a su sangre
y a la desconocida ciudad,
como bien lo expresaba
su querida composición.
VI
Cómo olvidar en su llanura
la serena playa del Morro,
el colegio de las Monjas
donde en cercanos lares
por cazar apacibles sapos
llegaba siempre a la casa
con los zapatos blancos
salpicados y manchados
en color carrubio fuerte.
VII
¡Inolvidables películas!
frente a la plaza mayor.
valientes vaqueros del cine,
mi querida madre Alcira
en su santo rol maternal
en pleno rodaje de las cintas
misioneramente nos enviaba
el vaso de leche chocolatada
para nuestro deleite y crecimiento.
¡Oh! y mi padre Domingo
en la pujante Nueva Esparta
excelso dador de justicia
y brújula de nuevos veleros
en el Liceo de la Asunción
con ricas y útiles lecciones
de historia, cívica y geografía.
VIII
Una Margarita arrollada
de mocedades primaverales,
vacaciones, temporadas;
¡oh! azules emociones
en el arribo a su puerto
navegando en bendita mar
veinticuatro horas sin cesar,
a puro funche y pescado,
de La Guaira a Margarita
en las lanchas María Rosario,
Florida, Mánamo o en otras
Tongoleles con rumba de mareos
por los continuos vaivenes
del tremuloso Cabo Codera;
viaje de jóvenes estudiantes
retorno a sus manglares,
dorados baños de mar,
nacarados días encantados
en ese paraíso tropical
donde usábamos alpargatas
en largas caminatas playeras
y frescos sombreros de cogollo
para cuidar y suavizar el rostro
de los robles rayos solares.
IX
Tiempos aquellos de cambio
con la llegada de los viejos Ferrys
en que para el goce del pasajero
en el salón principal de la nave
atadas por gruesos mecates
cantaban las novedosas rocolas
sin poder así ni siquiera bailar
el son de su propia música;
¿ y que decir de la turística,
bien hundida en temporadas,
llena al fin de buenos visitantes,
pero también de cuantos bichos
raros y mal educados venían
en la lenta ballena de hierro?
¿Cómo olvidar el gustoso hervido
con el tonante nativo ají dulce,
del pescado frito con tostón,
la guarura o el botuto, el casabe,
la telita y el pastel de chucho?
¡ Oye! ni se diga, con mucho calor
el refrescante papelón con limón!
X
¡Qué sitios aquellos los de Gacho,
Cachicato, la popular Dorina, Rómulo
y el viejo mercado de Porlamar!
las sabrosas y sanas empanadas
de queso blanco o de buen cazón
a locha cada una bien baratonas,
en otro idioma, ocho por bolívar.
¿Cómo olvidar por sus sabores
de verdaderas frutas naturales
los helados de la Asunción?
XI
Septiembre con las fiestas del Valle,
joviales bonches amenizados
por el famoso conjunto orquestal
de ”Burro Tapao y sus Muchachos”
y no habiendo llegado todavía
el merecumbé ni la temblorosa salsa,
la guaracha, el ritmo del cha cha chá
y el romántico inmortal bolero
hacían su agosto en Margarita
como en toda Venezuela.
XII
En aventuras, las alegres luces rojas
del Hueco de María o Maricutana
con las complacientes sirenas.
¡Oh admirados y espectaculares
crepúsculos, huída de la tarde
de Juan, el conocido Griego!
¿Cómo olvidar las citas vespertinas
en el pomposo Hotel Bella Vista,
en el
Chef Lino o David,
y la naciente zona franca?
Esa fue, es y será la gran
Margarita, vivencias de un ayer,
la que nunca podrá morir
o borrarse de nuestra lumbre.
XIII
.A esa preciosa Princesa
el concreto le llevó bien lejos
su sensible y humilde alma.
Hoy en las aguas guaiqueríes
no nacen muchos margariteños;
en los predios cálidos de Fajardo,
Santiago Mariño, Luisa Cáceres,
del insigne Maestro Luis Beltrán,
Francisco Narváez, Inocente Carreño,
Efraín Subero, Antonio Espinoza,
el Toñito, poeta cultor de la amistad,
Francisco Mata, su gran cantor,
y del historiador Luis Oscar Martínez
con mitad del corazón guaireño,
no crecen ya casi margariteños;
los niños espartanos no trinan
ni bailan su Carite, la Burriquita,
María Pancha o el Guarandol.
Pensar en Margarita es evocar
la Sagrada Virgen del Valle,
no existiendo mayor pecado
el vacacionar en su tierra
y no visitarla, venerarla
o cumplir con las promesas
por los milagros concedidos.
XIV
Ahora me pregunto en mi fuero
en estos instantes de nostalgia
buscando un no se qué…de qué:
¿Cómo olvidar esos tiempos
si aún conservo en mi corazón
como agua clara caída del cielo
la imagen de mi vieja Margarita
la cual adoro y me hace feliz
y queriéndola mucho, mucho
la acepto como es ahora
en su nueva onda moderna.
XV
Desaparecidos los linderos
entre sus folclóricos pueblos
aflora inquietante metrópoli
ruidosa con hostigante fuerza
en que las vedettes del reinado
dejaron de ser la fiel Milagrosa
Virgen del Valle, las espléndidas
playas, su sabrosa comida criolla
y la generosidad de aquel sin igual
gentil ñero de pura cepa oriental.