Perfil y Valores del Abogado

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Discursos Eticos y Morales

Virtud,Etica  y Moral

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TALENTO  Y  PROBIDAD

LA  MISIÓN  DEL  ABOGADO

 

Discurso de Orden pronunciado por el abogado Gilberto Bruzual Báez, Juez (t) Vigésimo en lo Penal de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, en la Sesión Solemne efectuada por la Junta Administradora del Municipio Vargas con motivo de la celebración del DÍA NACIONAL DEL ABOGADO.

 

Casa Guipuzcoana,

La Guaira, 28 de Junio de 1988.-

 

              Agradezco a la Junta Administradora del Municipio Vargas la oportunidad que nuevamente me ha concedido de ser orador de orden en es­ta sesión solemne con motivo del DIA NACIONAL DEL ABOGADO, que se cele­bra todos los años en Venezuela el día 23 de Junio, fecha  escogida por la Federación de Abogados en homenaje al ilustre y probo venezolano Dr. José Cristóbal Hurtado de Mendoza ( Cristóbal Mendoza), nacido en Trujillo el 23 de junio de 1772, Primer Presidente de Venezuela en 1811 (Triunvirato formado, además, con Juan Escalona y Baltasar Padrón), diputado al Congreso de 1811, Gobernador de la Provincia de Mérida (1813) Presidente de la Corte Suprema de Justicia (1822) e Intendente del Departamento de Venezuela (1826).

 

            El año pasado, el día 15 de Julio recibí el honor de dar el discurso en sesión especial al cumplirse el primer aniversario de la nueva ley Orgánica del Distrito Federal, que creó el Municipio Vargas.

 

            Hablar de la historia de la abogacía es referirnos a la historia misma de la humanidad. Siempre existieron hombres abogantes de la paz, la justicia, de los derechos de las personas.

 

            Se dice que fue en Grecia donde podemos ubicar el inicio de la abogacía como oficio.

 

            Al principio la profesión se basó, su ejercicio, en la palabra hablada y sobre todo en la elocuencia, tenía la persona que tener un poder de convicción a través de la oratoria .Los excelente oradores  en la defensa eran identificados como “ Ad Vocatus”.

 

            Pericles, político y orador ateniense( 495- 429 a.c.) se destacó como abogado por sus grandes dotes de oratoria.

 

            El ejercicio de ella en Grecia fue elitesca y las personas sin recursos económicos no podían contratar los servicios de los buenos oradores. Esas mismas características se dieron en la ciudad de Roma, hasta la promulgación en el Siglo V (a.c.) de la llamada ley de las Doce Tablas, punto de partida del Derecho Romano y propiamente de la abogacía, en el sentido de ser el abogado un intérprete y defensor del derecho escrito.

Hoy el ejercicio de la profesión esta regido, principalmente por una Ley y un Código de Ética.

 

            En el siglo pasado (1821) la Ley Sobre Organización de Los Tribunales y Juzgados para ser abogado exigía, además de los estudios de derecho, haber hecho pasantías de dos años en despachos de abogados en ejercicio. Se tenía que asistir durante esa pasantía a la relación completa de una causa, ante cualquier Corte; someterse al examen público por tres abogados y una evaluación pública  ante los Ministros de la Alta Corte de justicia.

 

            En la Ley Sobre Profesión de Abogado (22 de Mayo de 1836) se exigía pasantía por Foro, examen público y Justificativo de conducta moral y pública.

             

             La Ley del 2 de Marzo de 1839  prohíbe el pacto de cuota litis.

 

           Por  la Ley del 30 de abril de 1849 sólo los ciudadanos de la República podían ejercer la abogacía.

           

            La Ley del 16 de Julio de 1930 prohíbe a los Registradores protocolizar documentos no redactados y visados por abogados.

 

            La vigente es del 12 de Diciembre de 1966. En ella  se reserva exclusivamente el ejercicio del derecho a los abogados.

 

            Más que titulo académico la abogacía significa  un espíritu de servicio, vocación de Justicia hasta para los simples actos de la vida cotidiana; sentido de justicia en el trabajo, con los amigos, familiares, vecinos y hasta con los desconocidos.

 

            En el presente no tiene vigencia la concepción individualista del abogado. No nos podemos limitar a prestar nuestra asesoría  desde un cargo público, privado o desde el ejercicio, a cambio de unos honorarios o sueldos. El abogado tiene que ser un ciudadano que deje huellas positivas en el transcurso de su vida, en beneficio del país y de su comunidad.

 

            En Venezuela hay miles de personas con ese título, pero  ¿cuántos serán realmente abogados?  Encontramos menos juristas. Una cantidad de colegas abandonan para siempre el estudio del derecho, aunque ejercen la profesión o desempeñan cargos de importancia en la administración pública o privada. Otros, se dedican a ser simples cobradores con buenos dividendos económicos. Y no falta quienes se gradúan para sentirse alguien, para sentirse señor, como especie de los viejos títulos de nobleza que no se permiten en los regímenes democráticos.

 

            Se da un divorcio entre la realidad del país y la formación académica del abogado. El Estado, las universidades y nosotros tenemos la obligación de buscar una solución a esa situación. Ya no pueden las universidades seguir egresando profesionales series, carentes de una formación valorativa de la vida, de  sensibilidad social y con un bajo rendimiento y nivel académico.

 

            Nos urge en todas las carreras formar un profesional crítico, creativo, preparado para la toma de decisiones; participativo y con una gran comprensión del hombre. El pueblo espera del abogado una nueva conciencia ética‑social, para que nos convirtamos en los reales defensores de él, de los necesitados y de los que tienen sed de justicia.

 

            Valga para nosotros el ejemplo de la vida del DR. CRISTOBAL MENDOZA, quien a través de sus estudios, conducta y sentimientos contribuyó a enaltecer la profesión. Fue llamado el abogado de los pobres.

 

            No se trata de que seamos apóstoles de la puridad o santidad, porque eso no existe. Los que vivimos en sociedad somos seres humanos, pecadores, con defectos, pero admitamos que como ciudadanos y abogados debemos respetar el derecho,  las Leyes de la República, y que sí en un momento las incumplimos, debemos corregir la conducta y reparar los daños. Los errores y las violaciones  del ordenamiento jurídico no pueden ser la conducta generalizada y reiterada de un abogado, funcionario, político o simple ciudadano.

 

            Un abogado que se estime como tal tiene que respetarse a sí mismo y no puede transigir en los valores éticos de la profesión, traicionar a su defendido o representado. Como magistrado o funcionario no puede incurrir en debilidades o complacencias, porque éstas constituyen la antesala de la corrupción. Contribuyamos a borrar la imagen de que somos un mal necesario. No compartimos esa tesis. El abogado venezolano está llamado a cumplir una misión importante en el futuro de la nación.

 

            Tenemos que constituirnos en verdaderos promotores de las reformas legales que requiere urgentemente el país, para que la justicia llegue realmente al pueblo, a los humildes.

 

            No puede un abogado pensar nada más en atesorar dinero y para ello valerse de la mentira, del engaño o de la traición. A la obligación de estudiar permanentemente que tiene el abogado, debe sumarse el  conocer,  sentir y contribuir a resolver los problemas sociales.

 

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    “Tenía la fama ese señor de ser el mejor abogado del pueblo.

En su casa sólo existían libros de derecho”.

 

            Falso abogado. El verdadero profesional del derecho, hombre culto, se dedica también al estudio de otras disciplinas científicas o humanísticas para tener una concepción universal de la vida. Sin que se pierda la concepción general del derecho, el profesional de hoy y del futuro,  tendrá que especializarse. A nadie se le ocurre llevar a una persona infartada a verse con un ginecólogo. Sin embargo, en nuestra profesión eso sucede, abogados que asumen un caso siendo desconocedores de la materia.

En el estudio y  solución de los problemas sociales es  necesario formar equipos interdisciplinarios con sociólogos, psicólogos, economistas y  otros profesionales.

 

            A doce años del Siglo XXI,  del año dos mil, de la Venezuela del futuro, se aproximan violentos cambios en las ciencias y en la tecnología. Y ahora los abogados tendremos que  completar nuestros cerebros, con los llamados cerebros electrónicos. El progreso no lo detiene nadie.

 

            La Cibernética ha invadido el mundo jurídico. Está  basada en una teoría general de noticias y se materializa en las máquinas computadoras que hacen cálculos y almacenamiento de datos.

 

            La Información Jurídica es sólo una parte de la Cibernética jurídica, la cual, a su vez contiene el estudio de la teoría de la información jurídica. En el Sector Informativo será útil para conocer las leyes, la jurisprudencia y la doctrina. Estas dos últimas fuentes en Venezuela llegan incompletas y fraccionadas. Las actuales compilaciones y libros sólo exponen un resumen o fragmentos de las mismas.

 

            Tendrá esta nueva ciencia importancia en los estudios universitarios del derecho, en la llamada enseñanza programada por las computadoras y servirá además, para el estudio, control y manejo de los expedientes en los Tribunales, para lograr informaciones  programadas en una forma rápida y eficiente. Países como España, Italia, Estados, Unidos ya son ejemplos en la Cibernética Jurídica, con excelentes resultados.

 

            Los que sentimos el derecho hemos seleccionado una hermosa y noble profesión que nos honra altamente, la llevamos con orgullo. Es un instrumento de doble filo: para el bien o para el mal. Ella es sinónimo de lucha por la justicia,  convivencia y por el bienestar común. Esos conceptos llevan implícitos los principios de  libertad y democracia, valores esenciales del hombre, del ser pensante.

 

            Esta profesión permite al abogado realizarse en diferentes actividades, de acuerdo con su elección. Por haber sido estudiante de derecho se me permitió ingresar  como docente a la edad de 18 años, cuando Venezuela estaba recién salida de la dictadura. En esa época existían pocos profesionales graduados, porque la dictadura, como todas ellas, era enemiga de la educación, en cambio en la democracia, en cada rincón de esta bella Patria, se fue sembrando una escuela, liceo o una Universidad  y encender   para siempre la luz de la libertad y de la democracia. Han sido veinticinco años que llevo en esta región adoptiva, enseñando diferentes disciplinas Jurídicas; pero siempre con el mensaje del Libertador Simón Bolívar:

 

“El talento sin probidad es un azote”